POR ANTONIO MIGNUCCI / Especial para El Nuevo Día
En cierto sentido, son sirenas, sí, las que seducían a los navegantes con su canto. Pero cuando tienes la oportunidad de ver uno de cerca, te preguntas cómo se le ocurrió a alguien nombrarlos así.
Fue Cristóbal Colón el 9 de enero de 1493 quien escribió en su diario “he visto tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan…” Este es el primer informe histórico que tenemos sobre los manatíes en nuestras aguas caribeñas. Trescientos años después, los científicos los denominaron sirenios o pertenecientes al orden taxonómico Sirenia, reforzando su mística de bellezas seudo-mitológicas que encantan con sus “cantos de sirena”.
Pero fue este mismo descubrimiento lo que las ha llevado a casi desaparecer. Los colonizadores aprendieron de los taínos y caribes que el manatí era sabroso y proveía abundante carne. Más aún, para los colonizadores, fieles católicos, eran la cena perfecta porque mientras cenaban el “peje manatí”, aunque supiera a cerdo o a res, no pecaban al comer este “pez” los viernes de precepto.
De ahí la caza directa y a veces indiscriminada a través de toda América, lo que ha resultado que sus poblaciones disminuyeran drásticamente. Es esta presión y los pocos que ya quedan de la especie, lo que ha causado que todos los países donde habita lo hayan incluido en las listas de especies protegidas y en peligro de extinción.
Sin embargo, hoy día se siguen cazando en el Caribe, Centro y Sur América, excepto en los Estados Unidos y en Puerto Rico, donde a través de efectivas campañas de concienciación se ha logrado evitar que esta práctica continúe. No se han documentado capturas de manatíes en Puerto Rico con el propósito de consumir su carne desde mediados de los noventa, a la vez que comenzaba la campaña mediática sobre el rescate y rehabilitación del pequeño manatí Moisés por parte de la Red Caribeña de Varamientos.
Tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico, las muertes por caza fueron sustituidas por otras dos presiones antrópicas (de origen humano): el desmedido desarrollo urbano en las costas y el incremento en las lanchas a velocidad y motoras acuáticas en las costas. Las construcciones en o cerca de la costa tienen un impacto directo en los hábitats costeros del manatí, produciendo grandes cambios en la calidad de agua de los ríos, donde beben agua dulce los manatíes, y en la sedimentación de las aguas costeras, lo cual afecta el crecimiento de las hierbas marinas, alimento principal de este mamífero marino.
Las lanchas rápidas los golpean o hieren con sus hélices, mientras que las motoras acuáticas a gran velocidad también pueden causarle la muerte por contusiones. Ambas situaciones, el desarrollo costero y los vehículos acuáticos, han experimentado un incremento vertiginoso durante las últimas tres décadas y ponen en peligro a los manatíes de nuestro archipiélago.
Pero es a través de estas mismas tres décadas que los científicos y el gobierno federal y local en Puerto Rico han ido afinando los programas de protección de la especie. Los esfuerzos por saber el estado de los manatíes en la Isla comenzaron con proyectos de censos aéreos por parte del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre y de monitoreo de mortandad por parte de la Red Caribeña de Varamientos. Estos esfuerzos sentaron la base y brindaron información primaria sobre su distribución en las costas y las principales causas de mortalidad de la especie en Puerto Rico.
En el 1990 comenzó el desarrollo del proyecto de rescate y rehabilitación de manatíes, el cual ha recibido una gran publicidad, debido al respaldo y simpatía que ha despertado en la opinión pública, y la dedicación y el profesionalismo que requiere el cuidado y rehabilitación de cachorros de manatí que quedan huérfanos o desamparados. Este proyecto ha logrado la liberación a su medio ambiente de manatíes rescatados a través de un protocolo progresivo de adaptación a vivir y alimentarse por su cuenta en el mar. El proyecto es co-dirigido por el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, e implementado por el Zoológico de Puerto Rico y el Centro de Conservación de Manatíes de Puerto Rico de la Universidad Interamericana.
Mientras, campañas educativas a todos los niveles y a través de todos los medios, se enfocan en detallar los peligros que aún amenazan a los manatíes en la Isla y cómo todos los puertorriqueños somos responsables y estamos llamados a su conservación. La producción de material educativo y de concienciación, incluyendo libros para niños, así como charlas a niños y jóvenes de edad escolar y otros grupos, unido a la significativa participación de los periodistas ambientales en los medios noticiosos, han traído a la luz pública la precaria situación del manatí para sobrevivir.
Estudios multidisciplinarios a largo plazo, que van desde el uso de hábitat a través de transmisores de satélite, censos aéreos y las características genéticas de la población, se han desarrollado de forma cooperativa durante los pasados 20 años. Todos estos estudios han permitido construir un cuadro más completo de la biología del manatí en Puerto Rico, y conocer mejor sus necesidades y requisitos de sobrevivencia y así poder trazar planes de manejo y protección para el futuro.
Esta década que comienza es muy importante para la conservación del manatí en Puerto Rico. La colaboración entre las agencias gubernamentales, centros de conservación y otras entidades, así como la participación y compromiso ambiental de la empresa privada en apoyar las iniciativas de la conservación del manatí brindan una perspectiva positiva hacia la implementación de medidas contundentes que apoyen la preservación del manatí en la Isla. Es el momento de poner todo lo aprendido en práctica y de la forma más eficiente y efectiva proteger a los manatíes de los peligros que aún los acechan.
El futuro de estas sirenas en Puerto Rico empieza a tomar un brillo especial. Su lustre dependerá de la continua colaboración y apoyo de todos. Y de que nadie, como los marinos de la mitología antigua, se ate al mástil del barco, ni se tape los oídos con cera para evitar escuchar su canto seductor. Sino que todos nos lancemos al agua inspirados a cuidar de ellas, de su mundo, que, después de todo, es nuestro mundo también.
El autor es profesor investigador del Recinto de Bayamón de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y director del Centro de Conservación de Manatíes de Puerto Rico – www.manatipr.org.