Nuestro Sol y planeta Tierra nos proveen todo. Abundante energía solar y agua para la fotosíntesis de las plantas, lo cual redunda en alimento y oxígeno necesarios para la vida. Un maravilloso ciclo químico y biológico que da lugar a nuestra diversidad de ambientes, fauna y flora, que algunos llaman Gaia o madre tierra.
En esta semana de celebración del planeta Tierra tenemos la gran oportunidad de devolverle un regalo a nuestro planeta. Ella nos entregó hace siete meses un ser viviente, presto para depositar sus retoños en forma de 100 huevos en la playa y así continuar su especie, pero mal herido por un depredador natural, el cual no tuvo reparo en tratar de engullirla para alimentarse.
Claro, estoy hablando de Blanca, una tortuga marina carey hembra de 130 libras y unos 15 años de edad, la cual regresa hoy al mar para continuar su vida.
A Blanca la atacó un tiburón, probablemente un tiburón de arrecife o tiburón limón, comunes en nuestras costas. Este estaba haciendo su trabajo de depredador, asignado por la naturaleza para su sobrevivencia. Pero Blanca también estaba haciendo su trabajo, desovar para preservar su especie, en este caso en peligro de extinción por causa de la caza desmedida del humano. En su encuentro, el escualo logró morderle el carapacho (falló al hacerlo, dejando solo la marca de sus dientes) y sus dos aletas traseras, causándole dos laceraciones dolorosas que llegaron a los huesos de su “pie”. El tiburón no se conformó, y en un momento en que Blanca trataba de escapar, logró cortar y llevarse la aleta pectoral derecha de la tortuga marina.
Mal herida, sangrando y en shock llegó a la orilla en la Isla de Vieques para salvarse. Allí se topó con gente buena que supieron cómo actuar rápido para proveerle ayuda. Y de Vieques, la tortuga marina llegó al sitio menos marino de Puerto Rico—Bayamón, cerca de Toa Alta y Naranjito! Pero un lugar donde se atiende manatíes, y ahora tortugas marinas, para curarle las heridas, sanar su cuerpo y prepararlos para regresar al mar a una nueva oportunidad de vida.
Tomó mucho esfuerzo y recursos, más humanos que el pescado, camarones y calamares que ingería. En una hermandad producida por la magia de los ojos de Blanca, voluntarios del Centro de Conservación de Manatíes y de los grupos tortugueros de la Isla junto a veterinarios de Puerto Rico y México, cuidaron de ella día a día y poco a poco restablecieron su salud y curaron su aleta manca manca y aletas laceradas. Subió de peso y hasta desovó los huevos que guardaba en su interior.
Rindió fruto el arduo trabajo de siete meses. Hoy Blanca regresa al mar revestida de buena salud, del amor que le brindaron sus rescatadores y cuidadores, y con la energía necesaria para enfrentar nuevamente los retos de sobrevivir en nuestras costas.
Ya nuestro trabajo está hecho. Toca ahora, que todos, nuestro pueblo, nos unamos para que este regalo que le damos de vuelta a nuestro medio ambiente, pueda vivir en paz, sin peligros de embarcaciones a alta velocidad, sin mallas de pesca desatendidas, sin basura en el agua, y sin bolsas plásticas flotando que parecen ricas medusas. Que lo único que tenga en su mente sea alimentarse, reproducirse, desovar y no volverse a encontrar con el tiburón que por poco se la almuerza.
En esta semana del planeta Tierra, no hay mejor regalo que devolverle a Gaia su carey Blanca, significado de una esperanza longeva de cuidar a todos sus hijos e hijas, con pies, patas o aletas.
Por Antonio Mignucci
Tribuna Invitada—El Nuevo Día
20 de abril de 2017
Foto por EFE/Thais Llorca